El mejor poema del mundo
se contiene en esta página
que aún está en blanco.
Cada palabra que escribo
es una palada de tierra opaca
que le echo encima.
Y así lo voy perdiendo, ocultando.
Cada signo que impregna el papel
le quita un poco de frescura
a su espontáneo asombro.
Cada verbo, cada pronombre,
cada nuevo adjetivo,
no le pertenecen, nunca serán suyos.
Cada línea que completo,
cada pensamiento que imagino,
me sumergen en el tiempo y
oscurecen la plenitud de esos ojos luminosos
que me miran todavía.
Fue el poema más hermoso del mundo
y no fui capaz de contenerlo
entre los brazos de la vida.
Ya apenas soy capaz
de escribir como el otoño:
un destello de luz marchita
y algunos trazos fríos
mientras voy soltando cada hoja.